Mi abuela siempre me ha dicho "Los hijos dan mucha alegría, pero se sufre mucho por ellos". Y qué razón tiene. La primera vez que te miran haciendo pucheros y llorando lagrimones tienes que contenerte para no echarte a llorar tú también. Después no te queda más remedio que acostumbrarte, insensibilizarte un poco, porque los pucheros y lagrimones ocurren a menudo. Lo que va aumentando en variedad es el número de motivos. Y eso resulta mucho más duro: enfrentarte cada vez al reto de no saber (y probablemente no llegar a saber nunca) qué es lo que le hace daño, pero buscar una solución no obstante.
La maternidad es una mezcla de felicidad y terror.
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